Todo el mundo percibe
y relaciona la corrupción con valores éticos y morales, pero es menos frecuente
que el enfoque sea económico. Un economista consideraría que la corrupción,
definida como la consecución de ganancias de manera ilegal o irregular, no
altera el producto interior bruto. Se produce una redistribución entre el
dinero líquido de los no corruptos al dinero líquido de los corruptos. No
habría modificación del producto interior bruto porque no hay generación de
actividad económica. Pero otra consideración importante es que entendemos la
corrupción como una faceta de un fenómeno más general, el despilfarro; es
decir, la falta de eficiencia; y esto sí supone una disminución del PIB o un
incremento de los costes operativos para conseguir el mismo PIB. En este
sentido, la corrupción induce ineficiencias que tienen costes importantes para
el mejor funcionamiento económico. Es decir, la corrupción genera costes
económicos, de manera indirecta, a través de su impacto en otras variables
económicas. El presente libro presenta una geografía del despilfarro a lo largo
del Estado español de la mano de grandes expertos en las diversas áreas que se
analizan.